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Un viejo que leía novelas de amor

$800

Una emotiva historia ambientada en la selva amazónica que ha acabado convirtiéndose en un long-seller literario.

Antonio José Bolívar Proaño vive en El Idilio, un pueblo remoto en la región amazónica de los indios shuar (mal llamados jíbaros), y con ellos aprendió a conocer la Selva y sus leyes, a respetar a los animales y los indígenas que la pueblan, pero también a cazar el temible tigrillo como ningún blanco jamás pudo hacerlo. Un buen día decidió leer con pasión las novelas de amor -«del verdadero, del que hace sufrir»- que dos veces al año le lleva el dentista Rubicundo Loachamín para distraer las solitarias noches ecuatoriales de su incipiente vejez. En ellas intenta alejarse un poco de la fanfarrona estupidez de esos codiciosos forasteros que creen dominar la Selva porque van armados hasta los dientes pero que no saben cómo enfrentarse a una fiera enloquecida porque le han matado las crías. Descritas en un lenguaje cristalino, escueto y preciso, las aventuras y las emociones del viejo Bolívar Proaño difícilmente abandonarán nuestra memoria.

La novela narra la historia de Antonio José Bolívar Proaño, al que se le suele referir sencillamente como “el viejo”, un hombre en la región amazónica del Ecuador donde viven los indígenas Shuar, y de quienes aprendió sus costumbres, creencias y su manera de entender y convivir con la selva y sus habitantes animales.

El viejo vive en la aislada comunidad de El Idilio, un pequeño asentamiento a orillas de un río. Tras darse cuenta de que, sin poder explicar muy bien donde lo aprendió, podía leer, le encarga a su amigo Rubicundo, el único dentista que frecuenta la zona, novelas de amor para pasar sus días de vejez.

El conflicto principal de la narración comienza con el descubrimiento de los cadáveres destrozados de cazadores norteamericanos que llevaban consigo pieles de cachorros de tigre. El viejo identifica en las heridas de los cuerpos, empleando el conocimiento que le proporcionaron los Shuar, que fueron víctimas de la hembra madre, posiblemente enloquecida por la pérdida de sus crías y cazando animales y humanos indiscriminadamente. El gobernador del pueblo organiza una partida para cazar a la tigresa, y tras reconocer las capacidades del viejo con la identificación de los signos en los cadáveres, lo asigna en la cacería.

Peso 0.2 kg
Dimensiones 21 × 14 × 1 cm